jueves, 21 de mayo de 2015

Homenaje a Vicky Hernández


Vicky Hernández no oculta que se arrepiente de entregar su vida a la actuación


Es más que una mujer con talento. Es una señora actriz desde todo ángulo que se analice. Más que una intérprete de personajes, es una institución en una de las carreras más admiradas y competidas en la pantalla chica. Es la actriz a quien pocos se atreven a refutarle una palabra, pues cada cosa que dice, lo hace basada en su experiencia. Argumento más que suficiente.
Es dueña de un temperamento fuerte. No le tiembla la voz para decir lo que piensa y defender lo que considera pertinente. Con su porte de dama, acento recio y una mirada que sólo se doblega cuando habla de lo que más quiere con el alma -su familia-, ha ganado un lugar protagónico en el corazón de los colombianos.
Vicky Hernández, gran señora de la actuación, asumió este talento artístico como su profesión a sus cortos trece años; sin embargo, desde mucho antes casi que desde el momento en que llegó a este mundo sintió que entre sus venas corría una sangre especial. Una sangre con sabor a arte, la cual estaría dispuesta a derramar en sus personajes, a cuenta gotas, para darles esa vida y ese coraje que requieren para ser creíbles.
Esta gran artista nació el 14 de octubre de un año cualquiera. No le gusta descubrirse en su edad real. Desde hace varios años decidió aplicar a su vida las palabras sabias de su amigo Jorge Benítez: “Uno cumple los años que quiere cumplir. Búscate una edad que te emocione, que te parezca y siempre cumple esa”.  Así que Vicky Hernández decidió cumplir 18 años por el resto de su vida.
“Uno a los 18 se atreve a todo, no le tiene miedo a nada, tiene las ganas de comerse el mundo y uno cree que la vida es como la percibe, que la luna es pan de queso. Uno tiene el brío, la fuerza y la voluntad”, afirma Vicky, la actriz que nació en Cali, a sus cortos tres años se fue con su familia a Bogotá, regresó de nuevo a la capital de la salsa a sus 16, y a los 20 decidió radicarse finalmente en territorio bogotano.
Sus primeros años
Inquieta, gordita, de cabello castaño claro, vivaracha e hiperactiva. Así la describe María Isabel Hernández, cuando intenta hacer un retrato hablado de su hermana en sus años de infancia. 
“Ella es actriz desde que nació. Recuerdo una vez que estábamos jugando a los vaqueros y yo en el juego tenía que matarla. Ella se cayó, se pegó contra un ladrillo y casi se muere. Tenía cinco años pero se entregaba totalmente a los juegos para que fueran creíbles”, afirma María Isabel.

Frente a esto, Vicky agrega que si algo ha permanecido en su vida es precisamente el juego, pues califica la actuación como eso y ese deseo es el que la ha acompañado hasta hoy.
“Una vez Vicky, siendo muy pequeña, tenía que hacer un comercial de llantas, tenía que estar sentada en las piernas de una modelo rubia. Y vaya vergüenza cuando Vicky se orinó sobre ella”, dice entre risas María Isabel, al tiempo que recuerda que los inicios de su hermana menor como actriz fueron algo graciosos. Cuando las hermanas Hernández comenzaron haciendo teatro para niños y hecho por niños, en la Radiodifusora Nacional de Colombia, para Vicky era un suplicio aprender el libreto, pues era tan pequeña que aún no sabía leer.
“En vez de guerra decía garra, gorra, gurra. Era una cosa espantosa. Ya más o menos estoy aprendiendo a leer de corrido” (risas). Vicky también recuerda que cuando integró el grupo escénico de Pulido Téllez, tuvo la oportunidad de compartir con más niños y jóvenes con los que montaban dramatizados de autores infantiles. Allí, como compañeros tuvo a Álvaro Daza, Jorge Alí Triana, Jorge Rivera, Hernando Guzmán y Chela Arias.
Entre la alegría y la nostalgia que le produce recordar su época de niña, Vicky y María Isabel tratan de excavar en su memoria instantes significativos de su vida y traerlos al presente. Entre ellos recuerdan que el primer personaje que Vicky interpretó lo hizo junto a su hermana, en una historia en la que ambas eran dos ratoncitas discutiendo por un queso.
La historia apenas comienza
Tal era la pasión y entrega que sentía Vicky cuando actuaba que, pese a que su madre no quería que descuidara sus compromisos del colegio por la actuación, siempre se mantuvo firme en lo que quería. Por eso, mientras su hermana abandonó su carrera en el teatro y la televisión, cuando ingresó a la universidad, ella continuó en busca de lo que le llenaba el cuerpo y el alma: actuar.
“Eso fue hace casi 43 años. Junto con un grupo de colegas fundamos la Casa de la Cultura, hoy Teatro La Candelaria. Yo trabajé en la primera obra que se hizo ahí, que fue ‘Soldados en padre’. Antes de eso habíamos fundado el Teatro de Arte Popular, TAP. Yo debía tener 13 años y fue cuando supe que quería ser actriz”, advierte Vicky Hernández. “Era lo que me divertía, me interesaba, lo que me impulsaba. Me parecía que tenía magia, me parecía ‘endiabladamente’ divertido, que tenía gozo, que era tonto también. Esto es algo que vale mucho y a la vez nada. Entonces pensé que ésta era una buena manera de perder tiempo en la vida… Como efectivamente ha pasado”. Dice.
Rodeada de un cálido ambiente familiar, de clase media, Vicky creció junto a su madre, doña Cecilia Salcedo de Garrido, una licenciada en literatura, y tres hermanos más. El padre de Vicky murió cuando ella tenía un año de nacida. “Mis hermanos y mis primos todos son profesionales, con doctorados y maestrías-comenta-, han tenido la oportunidad de cultivarse, de viajar, de formarse. Y yo creo que también se esperaba que hiciera lo mismo, o por lo menos que lo intentara”.
“Por eso cuando les comuniqué que quería ser actriz, el asunto no les gustó mucho. Mi mamá se opuso e intentó que yo cambiara de opinión, pero no fue posible. De hecho, ‘a trochas y a mochas’ terminé el bachillerato, pues no me interesaba”, afirma Vicky Hernández, quien prefirió irse de gira con su grupo de teatro cuando cursaba quinto de bachillerato, que terminar sus estudios. Así se fue a Cali a seguir con el teatro y fue en la capital de la salsa donde reafirmó su vocación, y donde finalmente se graduó por el método de validación.
Entre los años 1969 y 1976, fue maestra en la escuela de Bellas Artes de Cali, en el colegio Hebreo, en la Universidad Inca, en la Escuela Distrital de Teatro y en el Instituto Popular de Cultura. A sus cortos 19 años tenía estudiantes que promediaban los 40. Esa fue una época en la que las calles caleñas se engalanaron con la presencia de una mujer que, con sandalias y cabello corto, disfrutaba de un aprendizaje maravilloso que hoy recuerda con mucha gratitud.
La hora de la televisión
Enumerar las producciones en las que Vicky Hernández ha hecho gala con su presencia, sería dejar de lado una importante lista de telenovelas, series y películas en las que ha demostrado por qué ocupa un lugar de honor como una de las más destacadas actrices de nuestro país, y claro en los corazones de sus seguidores. Sin embargo, se puede decir que entre las tablas del teatro, la pantalla grande y la pantalla chica, hasta la fecha Vicky ha interpretado alrededor de 77 personajes. Sin contar, que en el año 1990 asumió el rol de directora y estuvo al frente de la obra de teatro ‘Compañía’. 
El amor de Vicky por la televisión se reafirmó en el inicio de la década de los 80 cuando volvió a Bogotá y al pisar de nuevo los estudios de grabación, con asombro, se dio cuenta de que la tecnología iba a pasos agigantados. 
“Las puertas de los estudios eran gigantescas y pesadas, se hacía televisión en directo. Decían ‘3, 2, 1… Al aire’, se prendían los letreros y todo quedaba en silencio”. Y es que en esas época el momento de emitir el programa era tan solemne que Vicky  recuerda cómo “una vez tenía muchas ganas de orinar y pedí que me dejaran salir, y no me dejaron y me oriné en los calzones (risas)”.

También se siente privilegiada de ser uno de los pocos seres en el mundo que ha ido a la luna, por lo menos en la ficción, pues trabajó en una serie llamada ‘Viaje a la luna’ y en la historia Vicky fue allí, transportada en un cohete hecho de lata, muy rudimentario, el cual subieron con una grúa de carro.
“Los árboles eran palos que colgaban. Cortaban ramas del parque Nacional y de la Independencia y las pegaban con puntillas. Así era la televisión. Era maravillosa”. Lo dice con algo de nostalgia, mientras mantiene viva la imagen de su madre sentada en una silla de aluminio hablando con la mamá de Rebeca López y Raquel Ércole, todas protegidas con chales para el frío y paraguas, esperando que fueran las 3:00 de la mañana, hora en la que terminaban los ensayos, para por fin irse con sus hijas a casa. Así era todos los días.
Desde entonces han pasado muchos años, tantos que la televisión ha evolucionado en su parte técnica hasta el punto en el que está hoy, aún así y pese a todos estos avances tecnológicos en la producción de las historias, Vicky siente que hace falta algo a la hora de hacer nueva televisión.
“Las cosas tendrían que ser sustancialmente mejor porque hay más posibilidades. Hay mucha más apertura en todos los sentidos, hay muchas más facilidades de producción, más tecnología, más posibilidad de comunicación con el mundo, más acceso a los libros, a la información, más desarrollo de la imagen”.
“Todo apunta a que la televisión tendría que ser muchísimo mejor -afirma- y yo siento que uno ve televisión y queda con un vacío inmenso. No sé en qué consiste, no sé si no hay compromiso, no sé si no hay interés, no sé si hay demasiada ignorancia, no sé si creen al público demasiado imbécil. Algo pasa, algo no está bien”, considera Hernández.
Ella agrega que si antes se trabajaba de una manera tan rudimentaria, ingenua y  elemental, y había unas ciertas opciones de historias creíbles, interesantes o bonitas, ahora se da una especie de televisión monotemática, sin matices. Señala que le parece una lástima que en la televisión colombiana exista tanta uniformidad, pues considera que éste es un medio fantástico para contar cosas y llegarle a la gente de una manera doméstica, simple, y cotidiana.
La mujer detrás de la actriz
“Las cosas de mi vida privada me gusta que sigan siendo eso”, señala con firmeza ante la inquietud de adentrarnos un poco en su aspecto personal. Pese a esto, no vacila en reconocer que tiene dos hijos maravillosos, de dos matrimonios diferentes. Mateo y Juan Sebastián, este último, hijo del también actor Gerardo Calero. “Mateo es un gran músico que ha estudiado mucho, está casado y vive fuera de Colombia. Y a Juan Sebastián mucha gente ya lo conoce, también es actor. Esto es lo que puedo decir de mi vida privada”, afirma Vicky.
Se confiesa una admiradora del trabajo de sus colegas y reconoce lo importantes que han sido en su vida. La lista es interminable, igual que el cariño que siente por actores como Luis Fernando Hoyos, Mónica Lopera, Sebastián Aragón, Nórida Rodríguez, Yolanda García, Margalida Castro y Jairo Camargo, entre muchos otros. También disfrutó al lado de Teresa Gutiérrez y Fanny Mickey.
“A Jorge Cao lo dirigí en teatro, pero no hemos actuado juntos. No quiero morirme sin trabajar con él”, comenta Vicky Hernández, quien continúa diciendo que entre sus planes a futuro le gustaría trabajar con Juan Sebastián Calero, no porque sea su hijo, sino porque es un actor que está haciendo cosas buenas. Otro sueño por realizar es el de compartir escena de nuevo con su hermana María Isabel.
“Tengo una escaleta de un guión. Me gustaría organizarlo y ver qué se puede hacer con eso”, sostiene Vicky. Mientras sus proyectos se cristalizan seguirá ocupando el lugar que se merece. El de la mujer que ha decidido detener el tiempo para seguir haciendo de su vida el juego de actuar. Un juego en el que siempre ha ganado y en el que merece todos los aplausos.

1 comentario:

  1. wao que interesante, me pueden colaborar para comunicarme con ella? aun tiene alguna academia ?




















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